Hablamos con Eduard Batlle, investigador ICREA, jefe del Laboratorio de Cáncer Colorrectal del IRB Barcelona y miembro de ASEICA. El Dr. Batlle, recientemente premiado con los Jaume I en Investigación Médica, trabaja en la identificación de una población de células malignas en este tipo de tumores, capaces de regenerar el tumor en los órganos en los que habitualmente se desarrollan las metástasis derivadas del cáncer de colon: el hígado y los pulmones.
Los resultados de estas investigaciones apuntan a un importante avance para el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas que frenen la aparición de las metástasis y que permitan una mejora en la calidad asistencial y en la eficiencia de los recursos hospitalarios.
Cuéntenos brevemente su trayectoria profesional y una frase con la que todos podamos entender el área de investigación en la que trabaja actualmente.
Estudié en Barcelona e hice mi tesis con Antonio García de Herreros en el IMIM. De hecho, en el año 2000 publicamos, junto con el grupo de Ángela Nieto y Amparo Cano, la primera evidencia de la transición epitelio-mesénquima en cáncer. Este estudio tuvo muchísimo impacto y es de hecho uno de los artículos fundadores del campo de la EMT.
Después me fui a hacer un postdoc a Marburgo con Miguel Beato del Rosal, pero estuve poco tiempo con él porque se volvió a Barcelona a fundar el CRG (Center for Genomic Regulation). Por tanto, decidí hacer un segundo postdoc en Utrecht bajo la supervisión de Hans Clevers. Allí realicé algunas contribuciones importantes para entender la relación que existe entre las células madre que regeneran el intestino y el colon y el programa genético que dirige la formación de tumores en estos tejidos. La primera evidencia de qué los cánceres colorrectales adoptaban el programa genético de las células madre colónicas surge de esta investigación. Cuando acabé mi estancia postdoctoral, gané una posición en ICREA y vine a trabajar en el IRB (Institut de Recerca Biomèdica), donde llevo desde el 2005. Actualmente soy el jefe del programa de ciencia del cáncer y dirijo mi laboratorio, que se centra en explorar las células madre del cáncer y su papel en la resistencia a terapias y la propagación de la enfermedad. En los últimos años, nos hemos centrado en entender cómo en la etapa más avanzada del cáncer colorrectal, en la que estos tumores colonizan otros órganos, las células metastáticas son capaces de volverse invisibles al sistema inmunitario. Algunos de nuestros descubrimientos en esta área han dado lugar a nuevas terapias que se están testando en pacientes.
En resumen, ahora mismo nuestros esfuerzos se centran en entender los diversos tipos de células que forman el cáncer colorrectal y la relación que establecen con el microambiente tumoral.
¿Cómo surge su vocación por la investigación y el tratamiento a pacientes? ¿Y por qué en cáncer? ¿Se ha inspirado en alguien para ser científico?
De pequeño ya me apasionaba la ciencia. Inicialmente, me atraía la física, pero me di cuenta de que no era demasiado bueno con las matemáticas y que esto iba a ser un impedimento importante para progresar en esta área. Poco a poco me fui interesando por la biología y la bioquímica. Desde casi la adolescencia vi claro que me quería dedicar a la investigación, a pesar de que entonces no entendía muy bien que significaba ser un científico.
Durante la carrera, empecé trabajando en el departamento de genética de la UB, investigando bajo la dirección de Rafael Romero y Jaume Bagunyà cómo la planaria, un platelminto, se regenera al cortar una parte de su cuerpo. La biología del desarrollo y la regeneración siempre me ha interesado. Pero hubo una convocatoria de plazas de doctorado en el IMIM y allí me fui a hacer la tesis con Antonio García de Herreros. Así empezó mi trayectoria en el campo del cáncer que, como muchas otras cosas, ocurrió sin haberlo planificado. En aquel momento, empezaba a ser evidente que la biología del desarrollo tenía una conexión muy importante con el cáncer, y de alguna forma esto satisfacía mi interés por ambos campos. Algunas de las contribuciones científicas más importantes que he realizado a lo largo de los años tienen que ver justamente con cómo los cánceres cooptan los mecanismos que utilizan nuestros tejidos y órganos para desarrollarse y regenerar.
Recientemente ha sido galardonado con el prestigioso premio Jaume I en la categoría de Investigación Médica. ¿Qué supone este reconocimiento?
Es un enorme reconocimiento y una inyección de energía tanto para mi como para mi equipo que nos ayuda a continuar avanzando. Significa también que la investigación que realizamos es útil para la sociedad.
ASEICA se está caracterizando por reivindicar soluciones de urgencia para un sistema científico español que está en riesgo debido, entre otras causas, a un déficit de inversión pública en I+D+i. ¿Comparte esta visión? ¿Qué mejoraría de la carrera científica?
La comparto al 100%. La ciencia en España tiene muchos problemas y muchas limitaciones que resumiría principalmente en dos asuntos.
En primer lugar, la escasez de recursos materiales. El presupuesto que España dedica a la investigación es irrisorio en comparación con otros países de nuestro entorno, lo que es un condicionante enorme: limita tanto la competitividad de los equipos que estamos en cabeza como la progresión de los nuevos investigadores que se incorporan al sistema. Es un lastre que arrastramos desde hace décadas y que ningún gobierno quiere abordar. El presupuesto que el gobierno central y las autonomías invierten en investigación debería multiplicarse por dos o por tres. Sólo así la investigación científica en España será capaz de salir del pozo en que se encuentra.
En segundo, el país necesita un marco jurídico y administrativo que facilite la investigación científica. El que tenemos ahora es un desastre, e impone muchísimas trabas y limitaciones a la tarea científica. El claro ejemplo es la Convocatoria de los Planes Nacionales, que se retrasa continuamente, lo que supone un problema grave para todos los laboratorios, por ejemplo, para programar los contratos laborales o continuar investigaciones a largo plazo sin interrupción.
El mensaje para el gobierno es que España tiene un enorme potencial científico que desaprovecha debido sobre todo a la falta de visión de sus políticos.
El presupuesto que España dedica a la investigación es irrisorio en comparación con otros países de nuestro entorno, lo que es un condicionante enorme: limita tanto la competitividad de los equipos que estamos en cabeza como la progresión de los nuevos investigadores que se incorporan al sistema.
¿Valora suficientemente la sociedad la figura del investigador? ¿Cree que el paciente o sus familiares son conscientes de los esfuerzos que hacen cada día investigadores y oncólogos?
Creo que sí y en este momento es especialmente evidente. La inversión en ciencia se ha traducido en un tiempo muy corto en el desarrollo de vacunas muy efectivas contra el coronavirus. La ciencia ha cumplido por tanto su compromiso y creo que el apoyo de la sociedad a los científicos es evidente. Sin embargo, esta apreciación no llega a los políticos españoles o, al menos, no parece que estos tengan la voluntad de cambiar las cosas. Me temo que, a pesar de la pandemia, el apoyo a la ciencia en España no va a mejorar sustancialmente.
¿Qué mensaje lanzaría a los jóvenes investigadores que quieren dedicarse al área oncológica?
En primer lugar, es importante que entiendan que la ciencia no es un trabajo, es una forma de vida. También les recomendaría que fueran ambiciosos y no se impongan autolimitaciones. En ciencia, cómo en muchos otros aspectos de la vida, la ambición, en el buen sentido de la palabra, es quizás el aspecto más determinante para alcanzar el éxito. A pesar de que las condiciones para investigar en España son subóptimas, deben saber que la mayoría de las cosas buenas (y malas) que les van a suceder dependen de las decisiones que tomen. Los investigadores recorremos un camino muy largo, realizamos una carrera de fondo, y hay que tener claro que muchas veces los resultados no acompañan. Por tanto, persistir es clave. Pero también hay que aprender a disfrutar del día a día, de los experimentos, de los momentos mágicos en que descubres algo por primera vez, de la interacción con tus colegas, del aprendizaje…
Hay que aprender a disfrutar del día a día, de los experimentos, de los momentos mágicos en que descubres algo por primera vez, de la interacción con tus colegas, del aprendizaje…
Dentro de 10 años, ¿dónde cree que estaremos en la carrera frente al cáncer? ¿Cómo vivirá un paciente la enfermedad en la próxima década?
En ese sentido soy muy positivo. Gracias a la investigación científica, la supervivencia del cáncer aumenta año tras año. Cada día se dan pasos importantes en nuestro conocimiento del cáncer que se traducen en nuevas terapias. Los avances, sobre todo aquellos relacionados con la inmunoterapia, nos dan muchas esperanzas de que, durante la próxima década, seamos capaces de curar tumores que ahora mismo son intratables.
Hoy en día muchos canceres avanzados se cronifican y algunos se curan. Pero hay otros, como el cáncer de páncreas o glioblastoma, contra lo cuales desgraciadamente todavía no tenemos terapias efectivas. La prevención y el tratamiento de la metástasis son también un área que requiere avances importantes. Estas fronteras van a ser difícil de conquistar, pero si continuamos invirtiendo en ciencia, estoy convencido que muchas de ellas caerán durante los próximos diez años. La vida de muchos pacientes depende de ello y estamos absolutamente comprometidos a encontrar soluciones.